13 dic 2012

Visita cotidiana

Desde el año pasado, sus pisadas recorren cada lugar de la escuela pero con una particularidad: no le gusta estar solo, necesita estar con los alumnos o entre ellos. 
Se muestra feliz cuando los más pequeños comparten su merienda con él. Si eso no ocurre y se siente atraído por un apetitoso alfajor es muy probable que lo robe, asegurándose primero que el paquete esté abierto. Por supuesto, los más pequeños en altura son sus víctimas.
Frente al aula de Segundo grado
De pocas pulgas, sí. No tiene buen genio. Puede provocar un gruñido de vez en cuando. Ya todos lo sabemos. No busca problemas pero no admite que otros perros se acerquen siquiera al patio exterior.
José, nuestro quiosquero, le puso límites y no se lo perdona. Tanto que, cuando lo ve salir del kiosco, lo mira fijamente y comienza a ladrarle hasta que se retira de la escuela. Sigue reclamándole. Se nota rencoroso.
Su lugar favorito es el aula de Segundo. Suena el timbre para ingresar a clases y él se acomoda en el primer lugar de la formación. Después del calor del recreo y sus recorridos alteneros, busca la frescura del aire acondicionado.
Homero, durante una cartelera
En Tercer grado decidieron darle un nombre, es algo inevitable. No tiene dueños o por lo menos así parece. Votaron todos ante varias opciones. El nombre elegido fue Homero. Si pensamos en Homero Simpson, tienen mucho en común y no precisamente el color amarillo.

Tiene su lugar en la escuela y lo aceptamos como es.

Desconfiado, pretencioso, altanero y a veces gruñón. ¿Quién no tiene defectos?
Homero es parte de la Escuela Río Negro.